El hijo del orfebre

Una de esas novelas históricas de verdad, con sus personajes bien definidos, bien documentada, con una trama que engancha desde la primera página. No, no se trata del típico discurso para vender una novela. Lo dicen los lectores que ya la han leído, y son muchos. Porque El hijo del orfebre es pura pasión. Sigue leyendo y lo comprobarás.

El hijo del orfebre Ricardo Espín BuenoPara empezar, una dualidad. Dos personajes: uno de ellos, joyero y escritor en ciernes. Vida tranquila, reposada. Una ciudad, Barcelona, es todo su mundo. El otro, un guerrero. El mundo es su universo y la guerra, su vida. Dos existencias distintas en dos épocas diferentes y con destinos bien distintos.

Arturo Dalmau es el joyero y vive en nuestro tiempo. El suicidio es la mejor vía de escape que encuentra a una vida carente de sentido. Cuando está a punto de hacerlo, recibe una llamada de su abogado. Una herencia, dinero y una casa en Albarracín (Teruel). Eso es lo que le ha legado un familiar lejano del que desconocía su existencia. Una casa que, además, perteneció a un orfebre. Una vía de escape menos radical, ideal para huir de todo aquello que le tortura, piensa Arturo Dalmau.

Ya en su nueva posesión, es protagonista de un hallazgo sorprendente: una antiquísima caja de plata. Viejos sueños e ilusiones regresan a Arturo, que comienza a investigar el origen de la caja hallada.

Mientras, el guerrero, Juan Pillo, guerrea sin cesar en el siglo XI sin ser consciente de que unos cuantos después, un joyero de Barcelona que estuvo a punto de poner fin a su vida tratará de reconstruir la vida de tan bravo guerrero. Y con él recorrerá el siglo de este último, participará en innumerables batallas y sabrá que el amor, la lealtad o el odio tienen el mismo significado sea cual sea el siglo.

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