Curiosidades de ‘Estar en vilo’

Hay novelas que viven por sí mismas, que merecen ser leídas para conocer más, que son el espejo del alma de la historia de un país. De la más reciente, como es el caso de Estar en vilo, la nueva novela de Francisco Massó. De dicha novela ya te hablamos hace un par de meses. Ahora, lo que queremos es que conozcas algunos de sus entresijos. Y qué mejor manera de hacerlo que de la mano de su autor. ¿O no?

Así que, dejemos que sea el propio Francisco Massó el que te cuente, directamente, algunas curiosidades de su novela Estar en vilo:

“Todo cuanto se dice en la novela es histórico; está documentado hasta cuánto mide una tapia de tierra. Por tanto, la novela es histórica. O, mejor dicho, intrahistórica.

Si Edipo en la tragedia griega, según Nietzsche, es una máscara de Dionisos, todos los personajes de esta novela son simbólicos. En la trama se entrecruzan las acciones de los personajes públicos, que fueron reales, como Cipriano Mera, y la que desarrollan los personajes de ficción. Las acciones de estos últimos reflejan el ansia provocada, un ideal a conseguir, la misión que cada uno se otorga para dar sentido a su vida. Ellos trabajan con los materiales que tienen al alcance, que interpretan a su manera y adaptan a sus necesidades. Los personajes públicos son ajenos a los efectos que están acarreando.

Hay dos acciones: la del telediario, que entonces se llamaba Gaceta de Madrid, y las consecuencias que ella conseguía en la España cañí, profunda y analfabeta. Mientras Azaña pretendía que España dejara de ser católica, a sus coetáneos no se les caía de la boca el Santo Cristo y la Mare de Deu. La distancia entre el uno y los otros sólo es salvable con empatía.

Con la distancia temporal es preciso comprender a Azaña y su pretensión de modernizar España; a Largo Caballero y su afán de establecer la justicia social; a Fernando de los Ríos y su muy encomiable esfuerzo en pro de la alfabetización del país; a Gabriel, el falangista, imbuido por la misión de evitar la lucha de clases; y a Juan, cuya ilusión de hacer rico el páramo conquense lo inunda de nobleza quijotesca, a principios del siglo XX.

La novela pretende resaltar lo que ocurre cuando a la necesidad y la necedad las arropa una ideología; o cuando la ingenuidad crédula deposita confianza en no importa quién.

La novela nos cuenta cómo vive el pueblo llano, qué come, cómo aprende y si aprende algo, cómo viste, qué hace con su sexualidad reprimida, cuáles son sus enfermedades, qué le llega de la política de altura y cómo la “traduce” a su realidad inmediata”.

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